El Aprendizaje Significativo y el Saber Productivo
El aprendiz sólo aprende cuando le encuentra sentido a lo que aprende.
La experiencia nos demuestra que el estudiante al enfrentarse a su vida académica, en cualquier nivel de su formación capta sus elementos, pero no como una esponja que absorbe indiscriminadamente, sino capta selectivamente aquello que responde a sus inquietudes. Aprende más cuando mejor se pone en juego la atención.
La aprehensión de datos se hace a través del mayor número posible de vías sensoriales (auditiva, oral, visual, olfativa y táctil) y desde diferentes ángulos de enfoque. De este juego espontáneo y de esta exploración brota una chispa, una visión creadora de la vida, nueva y significante (Carl Rogers).
Aprender es apropiarse de una propiedad, fenómeno o cosa; implica captar, capturar o coger mentalmente, se realiza mediante la relación y confrontación con el mundo que nos rodea, aprendemos cuando lo relacionamos con nuestra actividad diaria, con los hechos simples que rodean nuestra existencia, aprendemos porque podemos convertir en realidad lo que recibimos como “teoría”.
Todo estudiante, en cada uno de los cursos de su formación deberá satisfacer sus necesidades básicas de aprendizaje. Estas necesidades abarcan tanto las herramientas esenciales para aprender (expresión escrita, expresión oral, toma de decisiones, resolución de problemas, creatividad, pensamiento crítico, etc.) como los contenidos del aprendizaje para su futuro profesional / laboral (conocimientos conceptuales, procedimentales, actitudinales y valores).
Asimismo, todos apreciamos el dicho siguiente: “si un hombre tiene hambre, no le des pescado, enséñale a pescar”. Efectivamente, esto señala la importancia que tiene el hecho de que deba adquirir herramientas concretas para que pueda enfrentarse al mundo, para que pueda “pescar”, para que pueda sustentarse en la vida profesional, familiar, comunal y global. Cuando un estudiante hace lo que le gusta y entiende lo que hace, de seguro que lo aprenderá mucho mejor, por ello es imperioso que se conecte con la realidad constantemente, debe ser crítico y exigente para consigo mismo y para con los demás – esto incluye a sus docentes – pues debe reclamar que se le diga para que sirve cada conocimiento que se le trasmite, de qué manera le va a ayudar o servir en el futuro, cuando esto suceda, podemos decir que realmente ha aprendido.
Llamaremos a esto el saber productivo, que convierte el conocimiento en práctica, cuando lo aprendido le genera rédito, cuando puede obtener provecho del esfuerzo realizado en su proceso de formación.
No basta ser un buen alumno, académicamente hablando, debe ser un emprendedor, debe mostrarse con ímpetu en la búsqueda de oportunidades que le permitan desarrollarse y, claro está, creo que cualquiera de nosotros aspiramos a conseguir los mejores empleos, en las mejores empresas y con los sueldos más atractivos y con una línea de carrera en ellas, sin embargo debemos preocuparnos aún más por generar nuestro empleo propio, cristalizando iniciativas que le den forma a nuestras ambiciones y que podamos contribuir a partir de este esfuerzo al desarrollo personal, familiar y de la sociedad en su conjunto.
Carlos E. Pereyra
Editor
La experiencia nos demuestra que el estudiante al enfrentarse a su vida académica, en cualquier nivel de su formación capta sus elementos, pero no como una esponja que absorbe indiscriminadamente, sino capta selectivamente aquello que responde a sus inquietudes. Aprende más cuando mejor se pone en juego la atención.
La aprehensión de datos se hace a través del mayor número posible de vías sensoriales (auditiva, oral, visual, olfativa y táctil) y desde diferentes ángulos de enfoque. De este juego espontáneo y de esta exploración brota una chispa, una visión creadora de la vida, nueva y significante (Carl Rogers).
Aprender es apropiarse de una propiedad, fenómeno o cosa; implica captar, capturar o coger mentalmente, se realiza mediante la relación y confrontación con el mundo que nos rodea, aprendemos cuando lo relacionamos con nuestra actividad diaria, con los hechos simples que rodean nuestra existencia, aprendemos porque podemos convertir en realidad lo que recibimos como “teoría”.
Todo estudiante, en cada uno de los cursos de su formación deberá satisfacer sus necesidades básicas de aprendizaje. Estas necesidades abarcan tanto las herramientas esenciales para aprender (expresión escrita, expresión oral, toma de decisiones, resolución de problemas, creatividad, pensamiento crítico, etc.) como los contenidos del aprendizaje para su futuro profesional / laboral (conocimientos conceptuales, procedimentales, actitudinales y valores).
Asimismo, todos apreciamos el dicho siguiente: “si un hombre tiene hambre, no le des pescado, enséñale a pescar”. Efectivamente, esto señala la importancia que tiene el hecho de que deba adquirir herramientas concretas para que pueda enfrentarse al mundo, para que pueda “pescar”, para que pueda sustentarse en la vida profesional, familiar, comunal y global. Cuando un estudiante hace lo que le gusta y entiende lo que hace, de seguro que lo aprenderá mucho mejor, por ello es imperioso que se conecte con la realidad constantemente, debe ser crítico y exigente para consigo mismo y para con los demás – esto incluye a sus docentes – pues debe reclamar que se le diga para que sirve cada conocimiento que se le trasmite, de qué manera le va a ayudar o servir en el futuro, cuando esto suceda, podemos decir que realmente ha aprendido.
Llamaremos a esto el saber productivo, que convierte el conocimiento en práctica, cuando lo aprendido le genera rédito, cuando puede obtener provecho del esfuerzo realizado en su proceso de formación.
No basta ser un buen alumno, académicamente hablando, debe ser un emprendedor, debe mostrarse con ímpetu en la búsqueda de oportunidades que le permitan desarrollarse y, claro está, creo que cualquiera de nosotros aspiramos a conseguir los mejores empleos, en las mejores empresas y con los sueldos más atractivos y con una línea de carrera en ellas, sin embargo debemos preocuparnos aún más por generar nuestro empleo propio, cristalizando iniciativas que le den forma a nuestras ambiciones y que podamos contribuir a partir de este esfuerzo al desarrollo personal, familiar y de la sociedad en su conjunto.
Carlos E. Pereyra
Editor
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